UNA EUROPA
De raíles oxidados –fuera de uso-
Trazos
infinitos
Ocres sobre verdes.
De máquinas sin trabajo ocupando la caseta del perro
Hay que
ahuyentar a los posibles ladrones y a los transeúntes imposibles
Sus
ladridos monocordes, acompasadamente metálicos, remueven el aire.
De viejos barbudos suicidados en el río
Gabardinas raídas, gris furtivo, pantalones sujetos con pita.
De lluvias esclavas.
De compra-venta de canciones deshilachadas
Ojos
velados que andan trabajosamente entre los adoquines.
Piedra.
Gárgolas y canalones de cinc.
De jóvenes poetas ahorcados en fila, frutos únicos a la
orilla de los caminos
Papel
emborronado. Cometa inquieto
que vuela
desesperadamente anclado a un sucio calzado de lona rojiblanco.
De nieve que funde y resbala por las pálidas pendientes de
tus muslos brillantes.
Historias
jamás contada. ¿Y vividas?
De muros desnudos, pintados con los colores de los sueños y
la geometría del miedo
De miedo e inflexibilidad.
De impotencia y asco, deseo y vergüenza. Impasibilidad y,
por fin, quietud.
De gitanillos cara manchada y sus juegos y carreras.
Sabuesos de
amputado rabo.
Extrarradios
sin fin.
De desconocimientos ensalzados y santificados,
presumiblemente a perpetuidad.
De cruces agujereadas en su centro.
Imágenes
impías
Bajorrelieves que sobresalen de las aceras y paseos dificultando las
andaduras
De botes de conserva; oxidados y sin etiqueta
Orden
inmaculado.
Hay que
romper los crisoles de silencio en que se han fundido las calles entre doce y
dos.
Férreas
soldaduras que atenazan los dientes.
De suaves pero crueles toques de queda que se enseñorean de
tu ser
Flores
marchitas ya en primavera.
De sueños mordisqueados con temor y nunca bien digeridos.
Escupimos al
menor asomo de alarma
De cansancio.
De explosión. Lo más íntimo de tu corazón arrojado de pronto
al espacio infinito.
La madre que
va de compras con su cesta pegajosa de telaraña, tejido con nudos
Marineros. Complicados y hermosos.
Quizás nos
lleve-encierre a todos dentro para acompañarnos a ver la luz.
(Un poco cada día).
De asesinos encumbrados.
Queremos odiar
un poco mas que el año pasado cuando creímos envejecer.
No nos
dejaron. Sólo querían muertos.
De despachos roñosos y lámparas de pie deslumbrantes.
No sabía que hacer pero tengo que ganarme
el pan.
Eso dicen
todos antes y después. No los disculpes ni intentes comprenderlos.
Los trabajos
inútiles fatigan demasiado.
De caminos escritos con sangre.
Dolor de la
incomprensión.
Alegría y orgullo de un silencio heroico
cantado a voces.
De abandono.
De despertar
De jóvenes vírgenes embalsamadas
Solitarias una al lado de la otra
y ordenadas en sus estanterías infinitas.
En sus catacumbas interminables.
De poesia aniquilada.
Los artistas son crucificados
sobre las mesas de los despachos de la Caja de Ahorros
Mientras, se funde un dulce
monigote de nieve bajo la sombra de las dunas que avanzan a la velocidad de la
luz.
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